CARNAVAL


CARNAVAL


Eso fue antes, después... camino del bus, todo cambió.

Una putita loca y aburrida me llamó proponiéndome un plan,
dos, mi amigo loco y yo,
ella y su loca amiga la maricona,
su casa, litros de cerveza y vino.
Aquello pintaba bien.
Acepté la oferta y allí nos fuimos.
la muy puta nos tuvo esperando allí, debajo de su portal una hora,
en su barrio del extrarradio solitario,
donde hasta hacía algunos días
aparecía Escobar tumbado proponiendo
a la buena gente una sesión de cine, Narcos, y si acaso después,
seguir la fiesta con dos o tres gramos de coca.

La muy puta se había reído de nosotros,
De una loca puta no se puede esperar menos.

Dos días después la cosa parecería haberse arreglado,
parecía haberse lavado el karma, pero eran meras ilusiones,
mi amigo el loco, había estado bien, se había
comportado bien, pero a aquello se le veía un final esperado.
Mi amigo el loco, si, de esos que sabes, que si
no te la juega a la entrada te la juega a la salida,
el muy cabrón, el muy hijo de puta.

La tarde había estado bien,
echamos una petanca como seres civilizados en una tarde de sábado, todo bien, correcto,
luego el muy cabrón se puso elegante y fuimos a ver la final del carnaval en la casa
de la cultura del pueblo, todo iba all right.
Pero entonces empezó a trasformarse,
dos meses sin meterse droga dura era demasiado,
y las emociones de aquellos días lo habían llevado al éxtasis,
al momento culmen de no retorno,
una cerveza, dos, tres, cuatro, una charla con una amiga despechada,
una cita a ciegas, un bombón que te falla, todo se estaba yendo a la mierda y yo me lo estaba oliendo.

Eran las doce, y todo había terminado, no había más que rascar.
La buena gente volvía a sus casas,
yo quería volver a mi casa,
estaba hasta los huevos de la puta calle, estaba hasta los huevos, de carnaval, de amistades, de cerveza, de asfalto,
quería volver a mi normalidad, estaba hasta los huevos de mi amigo el loco,
que insistía e insistía en seguir con las cervezas, con los bares, con las copas.
Vete tu le dije, viendo que la moto se había puesto en marcha y no había freno, déjame las llaves me dijo; estaba loco, cómo le iba a dejar las llaves, cómo iba yo a entrar en mi casa,
la cosa se puso fea, la cosa se desmadró,
agresivo, insultante hasta que estallé,
y empecé a gritarle que estaba hasta los cojones de la calle, estaba hasta la polla de la calle, y que ahí se había acabado la fiesta, a plena voz a pleno pulmón, se había pasado, se había columpiado demasiado, el mono que llevaba dentro estaba intentando arañarme la cara el
muy hijo de la gran puta.
Hasta los perros bulldog que cuidan el balcón de unos vecinos narcotraficantes del barrio,
hasta los perros vigilantes se callaron, dejaron de ladrar, metieron sus
rabos entres las patas y huyeron al interior de la casa.

Ahora te largas, le dije
ahora si que te largas, toma diez euros y coges un taxi
y te vas a tomar por culo, tu , tu mono, tu fiesta,
hasta siempre , que te vaya buen.

Así que le muy cabrón se largo, montándome un escándalo en la puerta de mi casa en el bloque,
entre mis vecinos, toma los putos diez euros y te largas,
no quiero verte más, la culpa la tengo yo por confiar en ti.
Así que se largo mi buen amigo el loco, no sin antes
llamarme a gritos, hijo de puta, cabrón , loco, loco cabrón.. y todas las variantes posibles
para que todo el bloque , todos los vecinos,, todo el barrio, todo el pueblo se enterara.

Que te vaya bien, le grite en las escaleras.
Tienes mucha ira, no sabes controlar tu ira, me grito el muy hijo de puta antes de que se cerrara
la puerta y no lo volviera a ver.
Creo que aún sigue vivo.

© Rubén Darío Vallés Montes 2017.


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