Requiem por el Circo del Arte.



RÉQUIEM POR UN CIRCO

Sitúense, queridos niños y niñas, va a comenzar el espectáculo. Tomen asientos y prepárense para contemplar el maravillo mundo del pelotazo. Aconsejamos que las personas que sufran de hipertensión, o tengan algún problema de corazón, abandonen la sala.
¡Atención! ¡Con todos ustedes...! ¡El espectáculo mundialmente conocido, el Gran Circo...!

Erase una vez un circo...
Un proyecto precioso, a la altura del número 188 del camino de ronda, bajando por la calle Julio Verne, cerca de un bonito parque llamado Rafael Fernández-Piñar. detrás del centro Cívico Ronda, tras la Parroquia Santo Tomás de Villanueva. Allí había una explanada-solar de 6.400 m², la Plaza de la Ilusión se llamaba. Era un proyecto precioso, hermoso, ilusionante. Se trataba de crear un circo permanente. De una forma u otra la cosa fue para adelante. Se puso una gran carpa en el centro de la explanada de 40 metros de diámetro con capacidad para mil personas, y hermosos carruajes circenses de madera. Todo era lindo, bonito, el proyecto era genial. Un referente en Europa, en el mundo, los cimientos de una gran Escuela Internacional de las Artes Circenses; un gran centro de artes circenses, de ocio, y cultura, para la infancia, donde se formaría a la mejor cantera de artistas del mundo: payasos, acróbatas, magos, malabaristas... La fantasía, la magia, y la sonrisa, reinarían en una ciudad única en el mundo entero, Granada. Los niños serían felices, aprenderían el arte circense, la vida rebosaría de esplendor, ilusión, sueños, y amaneceres cargados de sorprendentes colores.
Colorín colorado este cuento se ha acabado. Como en una historia antigua donde el sol brillaba contento, el agua manaba de la tierra limpia y pura, bañando los campos de maná que hacían brotar las flores por doquier y embriagan con su perfume maravilloso el cielo...; hasta que un día oscureció por completo. Los seres oscuros de las tinieblas se apoderaron del reino, las aguas se volvieron fétidas, se contaminaron, murieron las flores y se marchitaron los frutos de los árboles, los colores se volvieron opacos, y el frío se hizo dueño y señor. Las sombras de la noche tomaron el poder creando el temor y el miedo.
Una sola y única función se representó en el gran Circo del Arte. El sueño de Emilio Aragón “Miliki” se había hecho real; había nacido el Gran Circo del Arte en la ciudad de sus orígenes. El día de la inauguración el gran payaso estaba eufórico y emocionado: “Estoy muy contento porque aquí está todo lo que tenía ganas de hacer”- declaró. Era realmente precioso, una maravilla, con su gran carpa roja apuntando a las estrellas curiosas, sus carruajes de madera esplendorosos, que hacían soñar con aquellos tiempos lejanos, cuando los artistas del circo se desplazaban con sus carruajes tirados por mulos y caballos, arrastrando su pesado cargamento de ilusión, pueblo por pueblo, ciudad por ciudad, llenando las aldeas de vida. Incluso las rejas de diseño que se pusieron alrededor de la explanada, estaban diseñadas con el mejor gusto del herrero; un logotipo hermoso, un duende quizás, o un payaso soñador a modo de Principito, se balanceaba a los lomos de una mora luna creciente, saludando con su sombrero bonachón a aquellos pequeños hombres que los miraban con los pies anclados en la tierra.
No sé escatimó en gastos. No es cortés hablar de números, sólo decir que la las cifras acumulaban muchos ceros. Una sola función se representó. La empresa “Pantomima S.A”, propiedad de la familia Aragón, fue la encargada de la gestión de su construcción. Los comentarios sobre el nombre de la empresa están de más, pero llamándose así, no pronosticaba nada bueno.
Pasaron años, y años..., y el circo fue abandonado. Poco a poco moría sin que los políticos de turno se pusieran de acuerdo en cómo impulsar el gran proyecto. Unos nunca lo quisieron, otros se llevaron todo lo que pudieron y antes de muerto, entre unos y otros, dejaron al joven circo morirse de frío, de hambre, y aburrimiento. Pleitos y pleitos en los juzgados, combates del -”y tú más”- que ya conocemos. No es cortés hablar de números, pero entre unos y otros arrasaron con todo; se llevaron hasta las pelusas de los asientos. Pobre y hermoso circo, que lloraba día y noche, suspirando por verse útil, soñando con esas jóvenes promesas del arte Circense que poco a poco crecían y lo olvidaban y perdían la ingenuidad, la candidez, la creatividad innata de la infancia, y se iban alejando, como un barco a la deriva, perdido, a una costa cercana donde habían construido un botellódromo donde ahogar la juventud. Al regresar de la fiesta etílica, los mismos que habían soñado con convertirse en grandes trapecistas, levantaban la pata en sus rejas, frente al payaso mecido por la luna, sin apenas darse cuenta, una mirada indiscreta, un vistazo, para decirle al circo: -¡ah...!, ¿todavía sigues ahí?- e irse con la cabeza baja y una sonrisa de añoranza a dormir la mona.
Pasaron los años, y la ciudad sorda, muda, y ciega, se olvidó de aquello. Los buitres empezaron a planear sobre el cielo, posando sus zarpas carroñeras sobre las carretas, rompiendo cristales, convirtiendo aquello en un estercolero. Poderoso es el olvido y el silencio. Había una vez un circo..., decía la canción, y seguía..., somos felices / de conseguir / a un amigo hacer... / feliz...
Y eso hicieron los políticos de turno, hacer felices a sus amigos; se repartieron el botín después de haber despilfarrado cantidades ingentes de dinero público, y haber roto el sueño de un puñado de ciudadanos amantes del arte, del circo, de la magia, y de los sueños. Pobres infelices.
La explanada-solar, que estaba en un
lugar céntrico de la ciudad y valía un
dineral, se la repartieron entre los
amigotes. El circo desapareció, murió,
se esfumó por arte de magia en manos
de nuestros queridos prestidigitadores
públicos. Y dónde un día hubo un
circo que iba ser un referente cultural
en el mundo..., hoy quedan algunas
fotos para el recuerdo, y una frase en el viento: “donde tú te ves, yo me he visto,
como yo me veo, tú te verás...” Así.., que nada por aquí..., nada por allá...,
¿dónde está la bolita...?; y en un plis-plas un centro comercial con escuela
empresarial, ocho pistas de pádel, una de tenis, un bar-restaurante- cafetería, y
un cálido y reconfortante parking subterráneo donde guardar los bonitos
coches y cobrar unas monedas por una hora de alojamiento. He aquí amigos y
amigas, el truco del toco mocho, lo mejor que se puede aprender en una escuela.
Así fue la historia queridos niños y niñas. La ciudad se quedó sin su Circo del Arte, sin sueños, sin magia, y con la clarividencia en los bolsillos sin fondo de los políticos de turno y sus amigotes.
Había una vez un circo.../ que alegraba siempre el corazón.../ que alegraba siempre el corazón.../. Descanse en paz.

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