Granada flamenca
Granada flamenca
No
todo en Granada es amargo. Relámpago- una mora, mora de la morería,
acaricia la cara de Federico en el Bulevar de la Constitución,
parece acariciar a un niño, con tanto amor y ternura, que estremece
las carnes-. En Plaza Nueva cae la tarde; como todos los días, los
niños flamencos se reúnen para ofrecer a foráneos y autóctonos su
espectáculo: “Flamenco show”. Calientan motores en la bambalina
de Santa Ana, abajo el río de oro afina la acústica y manda ondas
de energía telúrica. Los espectadores de diferentes nacionalidades
toman asiento en las escalinatas, poco a poco se hace un coro
alrededor de los artistas, que los invitan a acercarse a ellos para
que la olla hierva y huela a hierbabuena. Nueve forman el cuadro,
guitarras, caja, palmas, baile, cante, -vamos a hacer un poquito por
alegrías...-, y en una pequeña tabla nace el arte con los brazos al
cielo, -jaleo...jaleo...-. Los espectadores alucinan. Esto solo puede
ocurrir en Granada. Si cierras los ojos crees estar en un sueño. No
es posible. Nueve jóvenes con mucho talento, derrochando arte y
duende, -los ríos se van para la mar, y el pobre corazón mío,
detrás del tuyo se va...- Una japonesa del Sacromonte baila, dulce y
salvaje, -toma... toma... arsa...- y en el jaleo se crece y
disfruta como una emperaora del sol naciente. Flashes, palmas
y sonrisas, bocas abiertas, niños sentados en el suelo que se
levantan y bailan con la inocencia innata del disfrute. Aún hay más,
se suman a la fiesta dos artistas invitados. - Para despedirnos,
vamos a cantarles por granainas -vamos Paquito... vamos allá...- «Al
que le haya gustado mucho el espectáculo, puede colaborar mucho; al
que le haya gustado poco, puede colaborar mucho»
Apoteosis, media hora de arte por derecho, libre como la
calle, sin palabras. Solo puedo decirles: gracias.
La
plaza de Santa Ana se despeja, los artistas se felicitan y se besan,
han triunfado. Luciérnagas campanillas revolotean entretenidas entre
la luz de las farolas que iluminan la noche. No digas que fue un
sueño, susurraba el genial Terenci Moix, también existen. «
A ver niñas... lo traigo barato...melones dulces, dulces... como el
azúcar».
©
2015
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