Presentación: Literatura. Viaje a Menorca. por: Casimiro Casas


 

PRESENTACIÓN DE LA NOVELA “VIAJE A MENORCA”

De Rubén Darío Vallés Montes

 

Casimiro Casas


 

            En primer lugar quiero agradecerle a Ruben Darío el haber pensado en mí para intervenir en la presentación en Maracena de su primera novela “Viaje a Menorca”. Muchas personas podrían haberlo hecho con más autoridad desde dentro del mundo de la literatura o de la crítica, ya que mi territorio expresivo es el de la pintura y la imagen. Sin embargo, creo que Rubén Darío me ha elegido para aportar lo único con lo que puedo contribuir: unas palabras desde el punto de vista del creador y desde el punto de vista del lector.

            Puede parecer paradojico, pero yo, que amo la imágenes, que construyo imágenes y que utilizo imágenes como forma de creación,  quiero, en estas pocas palabras, hacer un alegato a favor de la literatura y en contra de las imágenes. ¿Y esto cómo puede ser?¿Soy acaso un traidor a mi disciplina artística?

            Las palabras tienen entre sus mayores defectos el no tener una completa exactitud en su significado, que es frecuentemente ambiguo. En bastantes ocasiones la misma palabra puede tener distintos significados –lo que los lingüistas llaman polisemia- o significar cosas distintas en diferentes contextos. Pero esta carencia que tienen las palabras es, al mismo tiempo, su mayor virtud.  Por esa ambigüedad, por las rendijas de la inexactitud se cuela la imaginación y las hace más humanas y más libres. Si yo hablo de una casa, cada uno probablemente imagine una casa diferente y quien escuche podrá aportar algo suyo en esa comunicación. Sin esta caracteristica del lenguaje no podría existir la poesía ni la literatura en general.

            Las imágenes en cambio son traicioneras. Cuando hablo de imágenes no me refiero a la de un cuadro, una obra artística, una buena película o una buena fotografía que se contemplan reflexivamente. Me refiero sobre todo a las imágenes que consumimos diariamente escupidas por la TV, por Internet, o por otros medios visuales.

            Las imágenes se lo tienen creído. Aparecen ante nosotros con arrogancia y nos hacen creer que todo lo que nos muestran es verdadero –las nuevas generaciones ya tienen muy claro que las imagenes puede ser tan falsas como las palabras-. Sin embargo,  siguen funcionando con esa presunción de veracidad que las hace una eficaz herramienta de manipulación. Al mismo tiempo, ese predominio de las imágenes contribuye a un empobrecimiento del lenguaje, lo que nos hace incapaces de razonar correctamente y de pensar la realidad de manera adecuada.

            Pero existe una diferencia: si bien de pequeños en el colegio nos enseñaron a leer las palabras, no nos enseñaron a leer las imágenes, a descifrar su contenido y su intención, por lo que llegan a nosotros muchas veces atropellándonos y haciendo una eficaz llave de yudo a nuestro sentido crítico. Las palabras nos dejan un espacio a la reflexión y al cuestionamiento, las imágenes, sin embargo, nos llegan veloces sin que nos dén tiempo a hacer ningún tipo de cuestionamiento.

            Este predominio de la imagen parece avasallador, y alguien puede pensar que le ha ganado la batalla a las palabras escritas, pero yo creo que no puede ser así. Si queremos seguir llamándonos humanos tiene que seguir existiendo la palabra escrita y el pensamiento escrito. Si la imagen conlleva una amenaza de esclavitud, las palabras continenen una promesa de libertad: la de una vida razonada y razonable para los individuos y para la sociedad.

            En este territorio de las palabras es en que se mueve prioritariamente nuestro autor, Rubén Darío, si bien este campo no es el único, ya que tampoco la pintura le es ajena. El creador literario trabaja y lucha con y contra las palabras para expresar su mundo y para expresar el mundo. La obra literaria es un hermoso artificio en el cual casi siempre, se construye una mentira para profundizar en la verdad. Una novela nos puede dar un conocimiento más completo de la naturaleza humana que la ciencia, porque incluye aspectos que ésta desprecia por subjetivos y que en la vida personal son a menudo los más importantes, y porque se comunica con nosotros en caliente desde la subjetividad del autor.

            Toda obra literaria ensancha nuestro mundo, nos hace ver la vida desde otras ópticas, nos hace vivir peripecias ajenas como si fueran propias, nos comunica emociones que nunca hubiéramos sentido de otra manera. La literatura nos vacuna conta el dogmatismo y nos hace entender a los demás, nos ayuda a entender la vida y, muchas veces, nos ofrece modelos de comportamiento en aspectos en los que nadie nos enseñó nada.

 

            Rubén Darío Vallés Montes es un joven novelista granadino nacido en Barcelona en 1977 que con esta novela inicia su carrera literaria, que esperamos que sea larga y fructifera. Escritor experimentado, aunque práticamente inédito hasta ahora, fue ganador del Primer Certamen de Relato Joven del Ayuntamiento de Maracena con el relato “La Fuente”.

 

            El escribir una novela no es tarea facil. De todos es conocido que una novela extensa –ésta tiene 359 páginas-  requiere algo más que un estado de ánimo y una intención. La construcción de una novela es una labor paciente que requiere de mucha técnica y mucho esfuerzo. Ésta es, según me ha confesado Ruben Darío, la primera que vé la luz pero no su primera novela –en el cajón tiene ya otras cinco escritas-, por lo que el lector no se encuentra con una primera tentativa, sino con una prosa que ya ha hecho su “rodaje” a lo largo de mucho tiempo.

 

            “Viaje a Menorca”, la novela de Rubén Dario Vallés Montes que estamos presentando, es como todas un intento de comunicación de su mundo y de su visión del mundo. La novela cuenta la historia de un joven –Iván- que viaja a la isla de Menorca para trabajar alojándose en casa de un amigo. Comienza con la partida del protagonista desde Granada para realizar un viaje que es una huida y una búsqueda personal. En la primera página del libro escribe:

 

            Esta mañana, mi padre me llevó al aeropuerto. Meses antes, en una conversación en casa de mi abuelo, me había dicho de una forma nada sutil, que me fuera, que me fuera bien lejos, que dejara a todos en paz, que él me pagaba el viaje a donde yo quisiera, pero que me fuera bien lejos. Gratas palabras de un padre a un hijo.  Pero él fue siempre así de sincero, qué le vamos a hacer. Así que no le importó verme partir, ni mucho menos se le cayeron las lágrimas.

 

            Esa huida es a la vez una búsqueda. La búsqueda de un sitio en el mundo, la búsqueda de un porvenir laboral, la búsqueda de una adultez que no ha podido conquistar del todo, la búsqueda de una independencia que no tiene. El Viaje a Menorca nos desgrana los pensamientos y emociones de este muchacho que se lanza, como en una odisea personal, a conquistar el futuro aún sabiendo que el futuro le escupe a la cara.

            Su intento de integrarse a la sociedad no es muy diferente del de millones de jóvenes en España. Una generación ninguneada por su mayores, la de aquellos a quienes no se da un lugar bajo el sol, a la que se le ha exigido mucho y no se le ha ofrecido nada, pero que, aún así, lucha e intenta abrirse camino como puede. Unos jovenes explotados gracias a los contratos-basura a los que se les hace imposible contruir una existencia sobre los mimbres de falta de trabajo, vivienda a precios inalcanzables, y condiciones de trabajo más que abusivas.

            La novela de Ruben Darío habla de la crisis, aún estando escrita antes de esta gran estafa que llamamos la crisis de 2008. El mundo que Iván tienen enfrente es ese mundo que se derrumba estrepitosamente y que a él, como a otros muchos, le está echando encima sus cascotes, esa sociedad que le ha tocado vivir, esa sociedad terriblemente injusta que le asfixia. En las páginas de la novela Iván –y creo que en muchos casos Rubén a traves del personaje- nos traslada con un lenguaje sin remilgos cuál es su opinión sobre muchas de las cosas que le precupan o le asaltan.

Indicativo de esa clase de sociedad es el contrapunto de que coincida en la isla con los Principes y su comitiva. Esa clase de sociedad es a la que se enfrenta la juventud actual. Por ello la novela de Rubén Darío es actual en el sentido de que, tal vez sin quererlo, retrata perfectamente la España madrasta de sus hijos percibida como un  entorno agobiante y sin tregua: el paro, la corrupción, la usura, las jornadas interminables en la hostelería por un mísero sueldo, la importancia de la apariencia, la droga, la psiquiatría como apaciguadora de rebeldes y como negocio, la familia como cárcel y como refugio...         

 

            Pero la lucha de Iván no es solo contra ese mundo que se refleja en la novela a través de sus pensamientos y sus percepciones y mediante una ácida crítica social formulada con el lenguaje de la calle. Su lucha es también una lucha por encontrarse a sí mismo, por firmar una tregua no sólo con el agobiente mundo de los demás, sino también consigo mismo. Apoyándonos en el poeta Antonio Machado, podríamos decir que Iván vive “en guerra con el mundo y en guerra con sus entrañas”. Su pasado le persigue en forma de tratamiento con pastillas de sus problemas psicológicos, quién sabe hasta qué punto consecuencia de ese mundo agobiante que le hace materializar esa amenaza omnipresente en intimidantes personajes e inconcretas acechanzas.

            A través de la prosa ágil y torrencial de Rubén Darío conocemos el mundo de Iván, todas sus emociones, sus dudas, sus hartazgos, sus intentos por salir victorioso de los embates que ese mundo hostil proporciona. Iván está solo consigo mismo y contra sí mismo, también contra un mundo que percibe como una constante amenaza. Sólo tiene un amigo que le ayuda pero no acaba de entenderle, y a nadie que comparta su vida desde su propia intimidad.  Es una pieza suelta que no encaja en el puzle y camina constantemente al borde del precipicio.

           

         Por supuesto que dejo que los lectores descubran  por sí mismos la conclusión de la historia recorriendo las páginas de esta interesante novela en las que se disfruta y se sufre con la peripecia vital de Iván a la vez que se reflexiona sobre un entorno con el que el lector, sobre todo el lector joven, puede perfectamente identificarse.

            Le deseo a Rubén Darío, a lo largo de la carrera como novelista que inicia con este ‘Viaje a Menorca’,  y en su vida personal, todo lo mejor, y que, como dijo el poeta Kavafis:

 

Cuando partas hacia Itaca
pide que tu camino sea largo
y rico en aventuras y conocimiento.
 
               Y ya no me queda más que darles las gracias a ustedes por su atención y darle la palabra 
al autor de la novela, Rubén Darío Vallés Montes.

 

 

Granada, febrero de 2013
 
Página web del pintor y escritor granadino Casimirto Casas.
 

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