Aliños y Reinos de Taifas
Aliños
y Reinos de Taifas
Algunos
malintencionados rencorosos me llaman “El Gran Líder”, pero yo
me veo más como el bueno de “Santa”. Es verdad que soy el Amo y
que aquí, en mi reino, se hace y deshace a mi antojo. Todo legal,
¿de qué otra forma debería hacerse? A mi vienen a pedirme
audiencia los ciudadanos, los fieles votantes, y me cuentan sus penas
y sus miserias, y yo les busco chapú o les indico el camino a
seguir. Los críticos malintencionados me llaman El Caudillo de la
city, me acusan de
oscurantismo. Envidiosos. Porque gano 3290 euros mensuales,
porque soy el que parte y y reparte el bacalao en la empresa del
agua, porque soy el que maneja los hilos del consorcio, porque soy
consejero de la Caja de Ahorros, porque soy amigo de constructores,
de fundaciones internacionales del desarrollo, porque tengo mi propia
televisión, mi propia radio, mi propio periódico, mis propios
periodistas; pero de nada me llevo un duro. Y eso les molesta a los
muy ruines. Me encanta una obra, me chiflan, se me hacen los ojos
chiribitas cada vez que levanto una calle, una loseta, o hago un
parque, al fin y al cabo yo provengo de una familia humilde de la
construcción y estudié electricidad; entiendo de corrientes
alternas. Soy un referente en la política, lo que llaman un crack,
joven y con muchas expectativas.
Ahí
están mis cuentas, mi patrimonio, para que todo el mundo lo vea. Dos
pisitos, dos garages, dos coches, una moto de gran cilindrada, lo que
cualquier joven de treinta y seis años; vale que los adversarios me
buscan las tuercas y van diciendo que vivo en una de las mejores
mansiones del pueblo, pero es que esa casa no es mía, es de un
cuñado de mi mujer, y si no que investiguen. Pura envidia, ya te
digo. Van diciendo por ahí, y eso es verdad, que con tan solo
diecinueve años ya era funcionario de carrera de la Diputación, que
entre como operario. Que formé parte de las juventudes de mi
partido, y que era muy espabilado, y es verdad. Al poco tiempo, yo
era el número uno de mi pueblo. Así que cuando gané las
elecciones coloqué a mis amigos de las juventudes, y dimos el cambio
generacional que precisaba la ciudadanía. ¿Qué cual es mi
ideología? Las siglas de mi partido. ¿Qué cual es mi religión?
Las siglas de mi partido. ¿Y qué, pasa algo?
Yo
soy la regeneración política, pese a quién le pese. Y en las
próximas elecciones vamos a volver a arrasar, porque aquí yo soy
Santa, y soy el que reparte los regalos. Yo no estoy en política por
dinero, de eso nada. A mi me iba muy bien de operario de la
Diputación, haciendo chapus para arriba y para abajo, ganando mi
sueldo y yendo a algunas clases de la facultad a la que me apunté,
carrera que tuve que dejar sacrificándome por el bien de mi pueblo y
mi partido, así que si buscan en mi perfil de facebook encontrarán
que mis estudios son de la UGR, que no es que sea mentira, es que
cada uno pone en su perfil lo que le parece; tampoco encontraran
fotos mías del pasado, no me gusta mirar atrás, ahora estoy mucho
mejor que cuando tenía la cara como una hogaza de pan y parecía un
pastorcillo de las películas de Alfredo Landa, ahora me cuido la
imagen, estoy delgadito, llevo mis cejas depiladas y visto de marca,
soy el prototipo a seguir para las nuevas generaciones.
Crisis,
qué crisis, yo siempre soy optimista, hay que pelear por la tercera
legislatura, hay que luchar por la gente de mi pueblo. Crisis, qué
crisis, yo me río de la crisis, a mi nunca me ha ido me mejor.
Rubén
Darío Vallés Montes
03/12/14
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