Poema en prosa. María




La chica se llama María, gracias a D.

Preciosa. Veintidós años.

Morena, de pelo largo negro como la noche,

andaluza de tez canela y ojos de miel

recién abiertos a la primavera de la vida.

Carita de niña adulta,

velluda, carita de muñeca.


Un cuerpo de Romero de Torres,

realmente una chiquilla linda,

con dientes blancos como la nieve pura,

bien alineados y sanos.


Su mirada seria, no sonríe,

pero le hablo algo,

porque estoy reventado de trabajar,

y de esto y de lo otro

de mi ya larga vida de buey.


Así que le saco una sonrisa,

y ella se abre un poco,

no soy un mal tipo.


Y me cuenta. Y no sé ni porqué ha sido.

Compartimos asiento de atrás de un Citroën C5,

con quince años de antigüedad,

conducido por un hombre mayor de profesión chofer de bus,

de la Carolina, Jaén.


Ella va a Nerja, allí tiene a su novio, a su familia.

Yo a Castell a relajarme y a saludar al mar poderoso como Neptuno.


Así que me cuenta,

y no sé decirte porqué,

ni el cómo ha salido la conversación.

Un 18 de febrero, hace pocos meses,

estaba con su abuelo en el pueblo, en el coche.


Sale el abuelo,

sale ella...

El abuelo por la puerta del volante,

ella por la opuesta...

Una moto scooter toma una curva ciega,

es de día, el sol lo ve todo, presencia todo...


El chaval encima de la scooter cae de la moto,

al tomar la curva ciega,

y la moto sale disparada como una bala perdida...

dirección la puerta por donde ha salido María,

que acaba de salir del automóvil.


En un segundo, en un instante...

la moto se estrella contra ella.


Se estampó contra María.


La moto salió volando del destino ciego,

y se clavó como un misil

sobre el cuerpo y la cabeza de la bonita joven.


Diagnóstico:

Dos fracturas de cráneo,

dos perforaciones en el hombro izquierdo,

placas, cicatrices, puntos de sutura, grapas.

Oído izquierdo roto en mil pedazos.


Ha estado catorce días en coma después del accidente.


Me cuenta que no se acuerda de nada.

Sus ojos siguen teniendo la dulzura y la inocencia

de la edad de la corta primavera,

de la edad en la que la almendra y la cascara

aún están blandos, jugosos, y tiernos,

como si fueran vainas de pequeños guisantes dulces.


El hombro desnudo muestra la cicatriz que atraviesa hasta el cuello.

Debajo las placas de titanio y su dureza imperecedera.

La cabeza se ha recuperado de las fracturas y las hemorragias internas.

Ha perdido totalmente la audición del oído izquierdo.


Un chute de anestesia del destino instantáneo.

Y no se acuerda de nada.


En un segundo la muerte vino a llevársela,

celosa de tanta vida y belleza.


Y me mira, María, un poco...

y me sonríe amable...


Con la mirada del que ha vuelto a la vida.


La muerte celosa se arrepintió en el último segundo,

se le cayó una lágrima,

y la dejó Aquí...

después de besarla.


©Rubén Darío Vallés 2023.





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