El Club de la lucha. / Fight Club (1996). / Chuck Palahniuk
El Club de la lucha. / Fight Club (1996). / Chuck Palahniuk
En el departamento de filosofía, mientras lo limpio, me encuentro con este libro.
Celebre, popular, y conocida, es la película del mismo nombre estrenada en 1999,
dirigida por David Fincher, guión de Jim Uhls, con un gran elenco de geniales actores;
Edward Norton, Brad Pitt, Helena Bonham Carter, Meat Loaf, Jared Leto, Meat
Loaf..., y excelentes y reputados artistas técnicos, de fotografía, sonido, coreografía,
vestuario, maquillaje, y tantas y tantas especialidades necesarias para la realización de
una gran producción de Hollywood. La jefa de la Fox Laura Ziskin compró los
derechos de Fight Club a Palahniuk por 10.000 dólares. Tuvo un presupuesto de 63
millones de dólares y una recaudación de 101,2 millones de dólares (a fecha de hoy
después de tantos años no imagino por dónde andará).
La cinta se convirtió en una película de culto, así como sus personajes. Está
considerada una de las grandes películas de todos los tiempos.
Yo no he visto la película. Sabía de ella por el nombre, que actuaba Brad Pitt y poco
más. ¿Cómo es posible si por aquel entonces tenía yo 22 años? Digamos que andaba
absorto en otros berenjenales. Pero ahí quedó el nombre: El Club de la lucha, el club
de la lucha. Yo no sabía que existía un libro hasta hace unos meses, cuando ojeando el
diario online del País, leí sobre un autor norteamericano que sacaba un nuevo libro, y
unas reseñas y entrevistas. Busqué información sobre él y lo descubrí. ¡Vaya! Bingo.
Sorpresa. El autor del Club de la lucha. A ver si lo busco en la biblioteca, pensé. Y ahí
quedó la cosa. Entonces, hace unas semanas, mientras limpiaba el departamento de
filosofía, me encuentro un lomo que dice: Fight Club, Chuck Palahniuk. ¡Voila!
Suerte. Así que lo atrapé, -lo tengo que leer-. Y le dije a una de las conserjes que lo
había cogido, sí, un libro del departamento de filosofía, no problema, que lo iba a leer
y lo devolvería. No problema.
Un título tan famoso, sobre todo por la repercusión de la película, me llamaba la
atención. Tenía muchas ganas de leerlo aún con cierta desconfianza por aquello del
marketing y quizás la soberbia propia de los escritores frente a otros escritores, y tal
vez, seguro, cierta envidia sana escondida en algún rinconcito cabrón de mi propio
ego. Pero sí bullía por dentro esas ganas de leer una historia tan popular y famosa
escrita por un autor desconocido para el gran público español, (no sé si también eleuropeo y latinoamericano); supongo que en EEUU si es bastante conocido, debe de
serlo porque posteriormente, después de leer el libro, lo he visto en diferentes
entrevistas, y en show night tv, junto con actores de Hollywood y directores como
Quentin Tarantino.
Pregunté a este y aquel sobre El Club de la Lucha, por aquello de hablar por hablar, y
nadie conocía que existía un libro y un autor, más allá de la película.
Como yo.
Así que me puse a leer.
De entrada, a fuego, un personaje empieza a contarnos que encuentra a un tipo, un
pasado de vueltas misterioso que es como un astro rey que está por encima de
convencionalismos, de normas, más allá del bien y del mal, un tipo que realmente
sabe, y es un guía, algo así como espiritual sin pertenecer a ninguna religión y a todas,
un tipo carismático, único y particular, una especie de gurú fuera de todo
convencionalismo, con una personalidad y un carisma único. Esto es el principio.
Luego, poco después, el narrador que es como el alumno y socio de este personaje
misterioso, nos empieza a contar que no se sabe de dónde ni cómo ha salido este ser,
más allá de que se dedica a ser técnico de proyección de películas en salas de cine, y
camarero por las noches, o algunas noches, en grandes eventos de la alta sociedad,
poco más sabemos de él.
Páginas después comienza una narración corta, rápida y repetitiva, que se entrecruza
con lo que será el Club de la lucha, sus normas, sus códigos, y sus bases. No se habla
del Club de la Lucha.
Estas páginas del comienzo repetitivas, como mantras, o música techno, un tanto
delirantes e hipnóticas, me recordaban a la experimental escritura automática, a los
experimentos de la CIA con el LSD, al corta y pega de William Burrought, a el juego
de palabras, al cambio de lugar, los giros inesperados, al juego del sonido y las
vibraciones, a la atmósfera que se crea, sus efectos sobre la psique, sin llegar al nivel
del genio de Burroght. Así que aquello tan repetitivo y al comienzo tan superficial, me
hizo caer en el aburrimiento y me dije: mala cosa, esto va a ser un peñazo que no va a
haber por dónde cogerlo. Así que inevitablemente fui haciendo lectura rápida de estas
páginas saltándome, leyendo de forma automática y superficial, aquellas primeras
páginas.
Esto tiene toda la pinta de ser un producto más de marketing, me dije, ya me lo veía
venir. Pero no, estaba equivocado. Desde el primer momento hay un estilo narrativo,
una forma personal de contar la historia desde la psicología propia del personaje, de la
historia misma que se está contando. Así que no es el problema de la narración, sino
en este caso un problema propio como lector; es como el primer baño en el mar frío, laprimera impresión, tras unas brazadas ya estás dentro, estás metido en su lenguaje en
su espacio, en su forma, en la psicología de esa atmósfera y empiezas a encontrarte a
gusto y con ganas de más.
La historia tiene tres personajes principales, el narrador, discípulo, amigo y
compañero de este tipo misterioso y líder, y una chica depresiva, no depresiva, más
bien auto destructiva y desequilibrada, que tiene una relación sentimental y sexual con
este Tyler, que así se llama este personaje sobre el que gira toda la historia, sin que
este se muestre nunca directamente, más que por voces que repiten lo que él dijo
referente a aquello u a lo otro.
Los dos personajes, los dos hombres fundadores del Club de la lucha, viven en una
casa ruinosa como a las afueras de la ciudad, al margen, y allí también está de cuando
en cuando la chica de este, el personaje femenino. De allí salen los jabones, la
pequeña fábrica de jabones que ha creado este Tyler, que sabe de química sin ser un
experto, lo suficiente para hacer jabones con grasa humana que consigue de sobrantes
de liposucciones, de la madre de su novia entre comillas, y posteriormente de forma
más genérica. Jabones que tienen mucho éxito. En todo momento del libro se van
entrelazando pequeñas reflexiones, como mandamientos, de este profeta entre
comillas, ráfagas de filosofía mezclada con religiosidad que son trasmitidas por su
sdiscípulo y adeptos. Filosofía que te va haciendo pensar, filosofía como la que sale en
los sobres de azúcar, que te resulta curioso leer, que le prestas atención durante unos
minutos y desaparece de tu cabeza o no. También te da recetas rápidas sobre
fabricación de explosivos caseros y otras artes de guerrilla urbana de consumo
individual y colectivo.
El club de la lucha nace de la necesidad de la autoagresión, son personajes de una
sociedad que ha creado un sistema económico, social, y moral, que es un engaño, y
estos tipos se han dado cuenta, son parte y forma, colaboradores necesarios de este
sistema en el que viven, al que odian y desprecian, por lo tanto, se desprecian a ellos
mismos, se repugnan porque se sienten como mierdas, como farsantes, como piezas
obligadas y voluntarias de un sistema malvado. Y la vía de escape que encuentran es
auto dañarse, (después de haber probado formas diversas de escapismo que no les han
dado resultado), hacerse daño, infringirse dolor en comunidad y fraternidad, pegarse,
pegar y ser pegado, patear y ser pateado, pero sin resentimiento ni acritud, todo lo
contrario, obteniendo de ello una sensación de bienestar y hermandad nunca sentida.
Una cofradía, una organización, círculos, un símbolo, dos personas dentro, un
símbolo, dos caras de una misma moneda, una guerra limpia, sin trampas, sin
falsedades, uno pega y el otro también, y revienta al otro hasta que uno de ellos cae
rendido y siente el aliento de la muerte. Luego abrazos. Hasta pronto.
Aquello crece y crece, y se multiplica en círculos clandestinos por todo el país de
forma adictiva. Hay mucha gente que se siente miserable, hay mucha gente con
aflicciones, mucha gente que se siente escoria, que se repugna, que necesita
hermanarse, sentirse parte de algo donde no haya falsedad, donde todo sea real,los golpes son reales, las patadas son reales, la sangre es real, la muerte es real, está ahí, y
eso los llena, los hace sentirse libres, eso los hace sentirse realmente vivos.
Mientras tanto el líder misterioso desaparece de la casa. Está aquí y allí, aparece y
desaparece, el club sigue creciendo en adeptos, se multiplica y multiplica rebasando
fronteras, el mito crece y crece como hongos, Tyler se convierte en un gran gurú
omnipresente y su socio y compañero empieza a cuestionarse todo aquello de forma
muy sutil e instintiva, como si un botoncito de su cerebro se encendiera y le dijera que
aquello tiene un tufo sospechoso. Algo no funciona. Se ha desvirtuado la esencia. La
tortilla se ha dado la vuelta y está quemada.
Aquello se ha convertido en una secta que crece y se multiplica de forma automática,
de oído a oído, de susurro a susurro, un placer pertenecer a lo oculto, un placer
pertenecer a un club que está fuera del sistema, de las reglas establecidas, del orden y
la moral, con una serie de códigos secretos, con un fin, liberarse, encontrar la verdad,
la realidad, lo puro, en una búsqueda interior a través del dolor, para después del viaje
a las cavernas, despertar, habiendo mutado, convertido en un verdadero hombre con
un propósito, destruir el sistema y volver, a dónde. Apaga y reinicia. ¿Cómo
conseguirlo? Destruyéndose primero uno mismo, tocando fondo, bajando al infierno.
Resurgir de las profundidades volviendo a nacer como hombre nuevo después del
fuego y las cenizas. Así como del desperdicio de la inmundicia del cuerpo humano
deformado por el exceso, la grasa, se saca el fantástico jabón que limpia el cuerpo y de
forma simbólica el alma podrida.
Las autoridades empiezan a ver con mala cara este club misterioso y quieren
eliminarlo. Ha llegado el siguiente paso, crear algo así como un ejército de adeptos,
para ir un paso más allá. Nace Operación Estragos. Hasta la casa retirada de la ciudad
empiezan a llegar miembros del club llamados a participar en esta gran revolución que
cambiará el mundo y el sistema; primero llega uno, pasa la prueba del rechazo, luego
ingresa, y así van llegando más y más monos espaciales, que así los llama el socio
narrador partner del líder Tyler. Aquellos tipos que pasan a ser cientos, viven en la
casa, y trabajan para Tyler, siguen sus órdenes, y se ocupan de fabricar jabón, cultivar
plantas aromáticas en el jardín para perfeccionar y crear diferentes variedades de
jabones bajo las órdenes del omnipresente líder. Cumplen sus órdenes a rajatabla,
como adeptos siguiendo preceptos, convirtiéndose en una organización secta que se
deja percibir como paramilitar a la par que religiosa. Así que el socio narrador, los
empieza a ver como tipos cero, tipos peligrosos con el cerebro lavado, que han ido
más allá de lo que era la idea original surgida de forma espontánea como el Club de la
Lucha, y aquello empieza a no gustarle. Tyler que es su guía lo manda viajar aquí y
allí a visitar Club esparcidos por todo el territorio. Nadie debe conocerlo, porque él no
es conocido, se supone que nadie conoce a Tyler, ni a él tampoco. Solo debe conocerlo
la chica de Tyler, la loquita, su amiga, su compañera eventual de aquella casa en los
inicios. Las luchas lo han deformado, pero se siente mejor que nunca, ha superado sus
traumas entre comillas, se ha convertido en un ser más seguro de sí mismo, un ser
dueño de sí, con menos miedos, gracias a Tyler, el líder, y gracias a él mismo.
En estas visitas a los clubs esparcidos por todo el país empieza a presentir y ver cosas
extrañas, la gente parece reconocerlo, y se pregunta cómo es posible. No deberían
saber nada de él. Pero la gente lo reconoce, hasta que se da cuenta que los adeptos
creen que él es Tyler.
El Club de la lucha nace en el parking de una superficie comercial. Tyler incita,
sugiere, a su amigo, que le pegue. Allí mismo. Y luego, al contrario. Y de ahí surge la
gran amistad y confianza. De ahí surge esa sensación de dolor y placer que parece ser
regeneradora de vida.
Todos le conocen allá por donde va. Y se da cuenta, creen que es Tyler. Y no están
confusos. Es Tyler. Los dos personajes son uno Él mismo. ¿Enfermedad mental?
¿Posesión? ¿Quién es Tyler? ¿Un diablo que se ha apoderado del alma de su socio, o
un ángel tal vez caído? En todo caso el personaje narrador no quiere eso, quiere ser él,
pero el líder, el jefe, el gurú, es solo uno, Tyler. Tyler que le habla y le ordena. Tyler
que utiliza su cuerpo y su alma para actuar mientras él cree estar dormido. Este, el
narrador poseído o no, el protagonista, se pregunta si se ha vuelto loco, si vive en un
sueño, en una pesadilla, pero no. Lo habla con la chica novia de Tyler, le cuenta sus
suposiciones, ¿es él su novio? ¿se ha acostado él con ella? En este punto todo se
vuelve algo inconexo, no encajan las piezas, no hay que desenrollar la trama ni darle
un sentido lógico, toda la narración está envuelta en el lenguaje onírico, en esa
nebulosa del sueño, entre lo real, lo imaginario, ese estado de nirvana donde las partes
encajan en el centro y luego vuelven a separase incluso a moverse de forma
automática atraídas siempre por el mismo centro de gravedad. Así que no importa este
aparente no encajar de pieza porque es lo de menos. El tipo sabe ahora que este ángel
o demonio lo utiliza para sus fines, y no quiere que esto sea así. Solo existe una
solución.
Este es el primer libro publicado por Chuck Palahniuk, dice en el prólogo..., mejor
leerlo.
Yo encuentro formas narrativas, como he dicho antes, de William Burroughs, formas
de la literatura de la generación beat, incluso de ese halo generacional, con toques más
convencionales, narrativos, de la literatura F. Scott Fitzgerald como el mismo autor
dice en el prólogo. El tema me trae a la memoria al celebre anarquista estadounidense
Unabomber que actuó entre 1978 y 1995. Me trae también al gusto, esos casos de
sectas estadounidenses con sus adeptos que esperan el fin del mundo y los casos que
acabaron trágicamente. Me trae también al recuerdo al gran escritor inglés GilbertKeith Chesterton y su obra El hombre que fue jueves. Como no, la naranja Mecánica
obra de Anthony Burgess llevada al cine por el genial maestro Kubrick. Y también me
lleva esta novela a la saga de Freddy Krueger y Pesadilla en Elm Street, del escritor y
cineasta estadounidense Wes Craven; Freddy aquel tipo malvado a la vez que
simpático que se metía en tus sueños y distorsionaba la supuesta realidad, creando así
un espacio de paranoia colectiva y entretenida que nos hizo pasar tantos buenos
momentos de susto muerte.
Por tanto, veo algo así como una evolución de esa violencia en la literatura que busca
a través de ella algo así como una superación, un algo mejor. Teníamos esa literatura
del yonki, que a través de las drogas buscaba liberarse, escapar, hacerse daño,
destruirse como modo de rebeldía hacia el sistema manipulador y opresor; tuvimos esa
violencia que se ejercía directamente hacia otros grupos, como en el caso de la naranja
mecánica, esa violencia gratuita como modo de resarcirse, de limpiarse a través del
daño a un semejante, y en el Club de la lucha tenemos esta flagelación, esta violencia
física hacia uno mismo a modo de comunión, de expiación de los pecados y las
culpas, a modo de Jesucristo que a través de la cruz se sacrifica con su dolor y
sufrimiento, más bien lo sacrifican, incluso lo sacrifica entre comillas su padre, o así
lo quieren contar los evangelios canónicos, como una ofrenda, para limpiar los
pecados del mundo, al modo que se ofrecían en culturas antiguas sacrificios de
animales y seres humanos a los dioses. La sangre como líquido de expurgo y
despertar.
La novela de Chuck Palahniuk tiene muchas aristas, muchas ideas y conceptos,
filosofías, religiones, envueltas en esa nebulosa onírica, que crea con su prosa
narración, aristas rápidas y puntiagudas, cortantes, que van pasando de una a otra sin
apenas darte cuenta, pero que quedan ahí a modo de imágenes dirigidas al
subconsciente, al modo que lo hace Tyler cuando introduce fragmentos, imágenes
porno, en los montajes de las películas que proyecta cuando trabaja en el cuarto
oscuro del cine.
A parte de las obras ya nombradas con las que yo encuentro lazos de unión, también
encuentro en la novela a la Odisea de Homero, ese viaje iniciático donde debe ir
superando duras pruebas; a El túnel de Ernesto Sábato; por supuesto El Superhombre
de Nietzsche y el Mito de la Caverna de Platón; y en cierto modo también me deja El
Club de la lucha un aroma, una fragancia, no sé muy bien el por qué al perfume de
Patrick Süskind;Incluso la epopeya hindú del Mahabharata con el poema del
Bhagavad Gita está presente en esta historia que nos cuenta Palahniuk. Dato: Tyler
significa en inglés dueño de la posada, el encargado de la puerta de la posada, loseta
de decisiones. Curiosidades, el apellido Tyler es uno de los apellidos más antiguos de
Inglaterra, tomado de Le tuiler uno de los primeros Templarios; Le tuiler: examinar a
un francmasón para asegurarse que lo sea, mirar a alguien fijamente, medir con la
mirada, mirar a alguien con ojo sospechoso.
Pues poco más. El libro merece la pena. No es un estilo literario el suyo que a mí me termine de llenar, pero realmente merece la pena. Por eso me he ido a la biblioteca y me he cogido cuatro novelas más de él. Porque ya tengo esa ansia que te deja la literatura cuando encuentras algo nuevo que merece la pena, y quieres más, quieres leer más, para certificar, que sí, que estamos de suerte, que hay por ahí otro tipo que está vivito y coleando y que escribe de puta madre.
Por último. Ahora me toca ver la película.
Post:
¿Quién es Tyler? ¿Qué representa Tyler? Los dos son uno. Tyler es el lado oscuro del
protagonista, lo presente pero reprimido quizás, lo que no quiere ver, lo que no quiere
que surja pero que está ahí, pero a la misma vez es ese lado sagaz valiente y salvaje,
fuera de convencionalismos y de normas impuestas por una sociedad y una tradición
buenista que esconde de mil formas el egocentrismo, la manipulación, y la maldad. Y
este, su lado oscuro, como un Saturno poderoso e implacable se manifiesta, lo
cuestiona, lo reta, hasta que el personaje lo identifica, lo conoce, lo comprende, lo
odia, pero lo ama. Pero ya se ha hecho natural, se ha hecho uno, se ha fundido con el
todo, está identificado, deja de tener el control, y puede ahora sí, hacerlo bailar en la
palma de su mano.
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