Católico, apostólico, y comunista

Católico, apostólico, y comunista.
Católico, apostólico, y comunista, sí. Y fan número uno del Ministro de Consumo. Porque lo vale y lo ha demostrado. El mejor actor secundario del reparto, el que siempre está ahí dando el callo, pero es como si no estuviera. El más grande intérprete de las últimas décadas representando el papel de fantasma de la ópera, sublime, magistral, la quinta esencia del ser y no ser. Aunque se apaguen las luces del escenario, del barrio, de la ciudad, del país entero, él sigue en su puesto de guardia, ante viento y marea y tormentas de mil demonios, dando ejemplo, como buen patriota. Porque es de admirar, y quedará en los libros de historia, y se estudiará en los templos del saber su gambito de dama, cómo es posible formar parte de un gobierno y a la misma vez ser un cero a la izquierda, el clow perfecto al que se deja hablar de cuando en cuando, cuando toca y es necesario, para que lance una bocanada al aire de las ondas mordiéndolas, y por un rato entretenga al personal con alguna parida, que haga olvidar momentáneamente alguna cagada difícil de solventar. Y lo consigue, vaya si lo consigue, como buen garçon que entretiene al comensal, que se ha encontrado una mosca en la sopa. Así que sí, todo lo demás y además fan número uno de Don Alberto, cómo no. Porque es ese hombre de talla, el de la silla Super Glue, el del despacho incógnito, el que nadie mira, ni pregunta, ni tan siquiera sabe que existe, pero que ocupa su puesto, el puesto de representante del comunismo a mucha honra, y de la silla, y del Consejo de Ministros, del órgano decisivo y de lo que haga falta, y de ahí no lo mueve ni San Pedro bendito, porque para eso pactaron. ¿Donde ha estado él más a gusto?, ¿dígame? ¿En la plaza del pueblo de Marinaleda con un plato de paella, unas aceitunas, y una cerveza? No hombre no. ¡Como en el Paseo del Prado, la calle Alcalá, la Gran Vía, y el Palacio de la Moncloa, en ningún sitio! Así que el bozal le ha venido que ni pintado, junto con las gafas de sol, y su capa de fantasma que lo hace invisible. De esta forma puede pasar desapercibido los cuatro años, sin hacer nada, y otros cuatro si hace falta, viendo como desfilan ante sus narices ministros y ministras, y hasta vicepresidentes de gobierno enganchados al flash de los focos y la alfombra roja, por el bien del pueblo ante todo, por el consumo con zumo, ¿cómo podía ser de otra forma? Del pueblo, y de los feligreses de la diáspora de izquierdas, unidos pero no revueltos, que quede claro, porque hay clases y clases. ¡Vamos!, jamás de los jamases ha habido ni habrá un mejor ministro. Orgullo patrio de todos nosotros, los que llevamos con mucha honra en nuestras camisetas, la estampa del Che, el puro de Fidel, y la serigrafía de Mao. Viva el comunismo, apostólico, católico y romano, y las empresas del IBEX.

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