El Clínico
EL
CLÍNICO
Es
imponente ver el inmenso edificio deshabitado. Pasear en silencio entre los
pequeños jardines de sus recónditas entrañas, adentrándome más adentro, como un
gato, tras la valla que indica
prohibido. Pero la curiosidad ha ganado en esta tarde crápula no acta para
cuerdos. Aquel gigante blanco cerrado a cal y canto, aquel edificio memoria de
los granadinos, me llama. Y al cerrar los ojos, me veo en sus habitaciones y
pasillos cargados de sentimientos. Allí lloramos la perdida, reímos de alegría
festejando un nacimiento, pasamos horas interminables de pesar y desconsuelo,
nos abrazamos. Cada rincón del gigante está lleno de historias, en cada cachito
de sus luces y sombras está impregnado un trozo de nuestro corazón. Así que
paseando como un vagabundo, sin que nadie me moleste, vienen a mi recuerdo
momentos inolvidables grabados en lo más profundo de mi sangre. Allí la vida,
allí la muerte, la salud y la enfermedad, mi locura, el milagro. Me marcho,
miro hacía atrás, no hay nadie. La puerta de urgencias queda lejos. Me marcho,
sigo con mi paseo repleto de memoria.
24 julio
2018
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