Los chicos de la placeta
Los
fines de semana se reúnen los chicos, los fines de semana son
largos, a veces empiezan en un miércoles y terminan en domingo.
Suelen reunirse por la tarde a merendar, incluso algunos medio días
a almorzar, pero lo que no se pierden nunca es su reunión
gastronómica a la hora de la cena. Los chicos son jóvenes, esa edad
en la que la familia extiende sus fronteras y abarca a los colegas
con los que normalmente se sienten en casa, ya que los padres se
convierten en seres extraños. Todo normal.
Así
que esta es su placeta, una placeta pequeña escondida, recogidita de
los vientos que soplan desde Pradollano, donde una fuente presidida
por un enanito de la suerte sonríe a los dulces arbolitos, que crean
en el sofocante verano, una cenefa natural de refrescante sombra. Así
que los muchachos se lo pasan bien allí, y charlan, y carcajean, lo
típico, las novias, los novios, las clases, el paro, las marchas. Y
los papás en casa, o en el trabajo, o vete tú a saber. Y los chicos
se lo montan bien, siempre con sus Mcdonal, con sus Burguer King, sus
Coca Colas, sus papas fritas, sus Donults, se ponen como el quico. Lo
curioso es que tienen la costumbre de tirar todos los desperdicios al
suelo. Y el caso es que tienen papeleras por todos lados, y bolsas y
contenedores, vamos..., lo necesario para dejar aquello en el mismo
estado en el que se lo encontraron; pero no.... da igual que tengan
papeleras, y cubos de la basura ultra modernos de todos los colores,
con los sistemas digitales que estudia implantar el ayuntamiento para
ganar premios internacionales; les da igual; lo tiran al suelo y lo
dejan todo como una pocilga porque les apetece, como el perro que mea
por las esquinas, para dejar su huella. Y efectivamente la huella la
dejan cada vez que se reúnen en sus merendicas y cenas
gastronómicas. Me pregunto cómo es posible que ninguno de ellos
levante la voz y le diga a los demás, les proponga democráticamente,
depositar sus restos en una bolsa y tirarlos a la papelera o al
contenedor. Supongo que a alguno se le habrá pasado por la cocotera,
aunque puede ser que piense que los demás se van a reír de él, y
lo van a llamar cortar rollos o simplemente gilipollas o le dirán
vete a tomar por culo. Y es que somos animales de costumbre e
imitación, si ves que el destacado del grupo lanza con desprecio al
suelo sus latas, sus envoltorios de las hamburguesas, en general sus
mierdas al suelo, los demás para no ser menos hacen lo mismo.
Curioso. A la mañana siguiente llega el empleado de limpieza y ya
sabes..., lo recoge todo lo mejor que puede porque ese es su trabajo.
Y pienso que entre el grupo de chicos circula la leyenda urbana que
dice: si tiras tus desperdicios al suelo y lo llenas de mierda darás
más trabajo. Efectivamente, se les da más trabajo a los operarios;
pero no va a ayudar a crear más puestos de trabajo, no se va
contratar a más personal, ni se va aumentar la plantilla, van a
seguir los mismos empleados, pero van a trabajar más; es decir... tu
padre o tu madre, o tu cuñado, o tu colega, van a tener que
enlomarse más, joderse el espinazo, trabajar el doble por el mismo
sueldo, porque tú lo llenas todo de mierda cada vez que te reúnes
con tus amigachos y jugáis a ver quién deja más cerda la placeta
que encima es tuya; porque es tú placeta; porque es la placeta de tu
pueblo, donde tú vives, y deberías quererla, respetarla, cuidarla,
porque es tuya y tú vives aquí. Imagínate si no la tuvieras.
Nota*. // La importancia de las palabras y su difícil y complicado uso. Mirar no significa ver, y a veces queremos escribir un concepto y nos sale otro que no era el deseado pero pensábamos estar en lo cierto. Y así te lees y te lees y no ves el fallo porque tu mente corre más rápido que los sentidos. Donde escribí cenefa quería decir... y esa palabra se escabulle zafándose una y otra vez de tu intención de retenerla, utilizarla, y mostrarla al lector...., dejándote el rastro, la marca y la confusión que vuelve a surgir con la duda días después.
Nota*. // La importancia de las palabras y su difícil y complicado uso. Mirar no significa ver, y a veces queremos escribir un concepto y nos sale otro que no era el deseado pero pensábamos estar en lo cierto. Y así te lees y te lees y no ves el fallo porque tu mente corre más rápido que los sentidos. Donde escribí cenefa quería decir... y esa palabra se escabulle zafándose una y otra vez de tu intención de retenerla, utilizarla, y mostrarla al lector...., dejándote el rastro, la marca y la confusión que vuelve a surgir con la duda días después.
Celosía
Mashrabiya
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