La familia no nos quiere

La familia no nos quiere

Qué mal nos quiere papá, qué mal nos quiere mamá, qué mal nos quieren los abuelos. Estos NINIS ni estudian ni trabajan, pero no es cierto. Esta juventud está dormida, no se interesan por nada, no se interesan por la política decían, pero no es cierto. El mundo está loco dicen: corrupción, guerras, caos, desorden; y ahora estos perro flautas; es lo que faltaba, ¿a dónde hemos llegado? Y miran a sus hijos, a sus nietos, asustados. Dios quiera que no lleguen al gobierno, y este pensamiento no los deja dormir, les perturba su paz y su sosiego. Los culpables señalados, sus hijos, sus nietos; lo mismo de siempre: esta juventud está perdida, botellón y botellón, ¿dónde podríamos encerrarlos? Pero papá y el abuelo se pone tibios de cubatas, mientras echan sapos y culebras, a menudo se anestesian la nariz; mamá y la abuela duermen su aflicción con pastillas para el descanso del cuerpo. ¿ A dónde quieren llevarnos estos rojos 2.0, esta tribu de desarrapados? Tremendo desatino. Por nada del mundo, dicen.
Somos sus hijos, sus nietos, los que no llegamos a principios de mes, los que no tomamos tarta, no queda; los que vestimos las ropas que ellos desechan; los que nos alimentamos con la comida que ellos donan caritativamente. Pero esto no es plan, no son formas, ni modos, simplemente no es justo, así no hay futuro, tampoco para ellos. Y lo sabes. Pero cierran las cortinas de sus ojos, para que el sol no moleste, y cierran sus bocas para que no entren moscas, cuando sus nietos, sus hijos, plantean la situación; cuando la nieta llora porque le duele la barriga y el médico de urgencias la manda a casa sin mirarla, porque hacerlo es caro, la sanidad deteriorada; y miran para otro lado cuando la nieta llora, porque quiere un vestido que no se puede comprar, porque papá y mamá discuten ante la carta de corte de suministro.
Papá, mamá, los abuelos, viven bien. Muy bien, gracias, la familia. No falta la manga corta en invierno, calefacción inmejorable, la rebeca en verano, aire acondicionado inmejorable; la piscina, la casa en la playa, el viaje a París, a Estocolmo, a Candanchú en invierno. Porque papá, mamá, los abuelos, la familia, lo ganan. Tienen buenos trabajos. Viven: nivel óptimo, nivel confort, nivel capricho, nivel buena posición. Y no quieren para nada que esto se modifique, por eso votan a los de siempre, con los que siempre les ha ido bien, aunque trinquen, aunque roben a espuertas, aunque sigan robando, aunque hayan llevado al país al límite del desastre, aunque hayan hipotecado el futuro de sus hijos, de sus nietos, sin pedirles permiso, sin ninguna consideración. Se aferran como lapas a la inmovilidad, a la herencia que nos dejan de miseria, y se quejan porque el servicio está fatal, la pizza llega tarde y fría, no habrá propina. Su hijo es el el repartidor a 3 euros la hora, pero ellos no lo conocen, lleva casco. En saraos protocolarios, la familia se queja con la boca pequeña: la cosa está fatal, son todos unos sinvergüenzas, pero ninguno se mira a los ojos, no vayan a delatarles. Temen el cambio, lo nuevo si ellos no manejan, pretenden suspender el tiempo en un cuadro de Dalí, inmóvil, podrido, decadente imagen del pasado. El egotismo es la hipocresía, la complicidad.
No queremos vivir de la caridad, papá, mamá, abuelos, queremos poder vivir en paz, vivir. Tener nuestro espacio, nuestro sitio, vestir nuestra ropa, alimentarnos de nuestra comida. ¿Enfrentamiento generacional? Posiblemente sí. Elegir el silencio no es de recibo. Esta juventud quiere poder vivir y decidir en justicia. El cortijo está lleno de yerba. El cambio es inevitable. Cuestión de tiempo. 

Publicado en Ideal de Granada. Cartas al Director 06-06-2016





















 Publicado en Granada Hoy. Cartas al Director. 01-06-2016





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