Querido Madrigal
Querido Madrigal
Allá
en la Carrera de la Virgen, se encuentra el viejo Palacio del Cine.
Como una joya olvidada, resistiendo las embestidas del tiempo, los
envites de las modas pasajeras, las aglomeraciones, las palomitas y
los centros comerciales. Te estimo Madrigal. Cada vez que paso por tu
puerta, recuerdo mi niñez, prendado de tus grandes carteles pintados
a mano; aquello me fascinaba; pequeños detalles grabados en la
memoria; pequeños detalles, como el techo cubierto de espejo del
Hotel Carmen en la Acera del Darro, que al pasar por su puerta me
hacía mirar hacía arriba, para verme reflejado; como aquel helado
de nata de la pequeña heladería La Rosa; o el olor a vino de la
emblemática Taberna Granados al lado de la Basílica de la
Angustias; o el dulce sabor de nuestras Maritoñi; y es que hay cosas
que son granaínas cien por cien, patrimonio de la ciudad; y tú...
eres una de ellas.
Madrigal
de mis sueños y mis entretelas, me gusta todo de ti: tus austeras
puertas de cristal, tu feúcha pero encantadora fachada, tu pequeña
taquilla como un misterioso trastero, carteles de grandes películas,
un curioso teléfono negro de baquelita, y tiques verdes de cartón,
que son reliquias. Al lado, la sinopsis de la película. Eres puro
sueño de niño despierto, que ilumina un taquillero trajeado a la
antigua usanza, hasta la butaca donde los cuentos se hacen posibles.
Todo me gusta en ti, porque tienes alma; tu sala magna con paredes
de madera, quinientas localidades bajo un techo geométrico, y al
fondo, sobre un gran escenario, la gigantesca pantalla de proyección.
Madrigal, eres esencia de cine, exclusivo lugar, de los que ya no
quedan, para los amantes del séptimo arte.
Te
visité hace poco querido, proyectabas “La juventud”. En tu acera
una cola de cinéfilos esperaban, parecía la imagen de una de
aquellas escenas de Woody Allen en Annie Hall. Tu tienes el amor
que necesito para seguir..., así comenzaba la película. Al
salir, era de noche, y el sueño seguía, confundiendo realidad y
ficción . Un bulevar de plataneros iluminado por hermosas farolas,
una alfombra roja; a la derecha la fuente de las Granadas, a la
izquierda Puerta Real con nuestra querida Fuente de las Batallas,
enfrente el Palacio de Bibataubín. Me paré un momento aturdido,
feliz y a la vez relajado, acariciado por un celoso viento. Cuanta
belleza, cuanto éxtasis; que suerte me dije: arte en estado puro.
Querido
Madrigal; como escribió y cantó el puertorriqueño “Don Felo”:
estando contigo me olvido de todo y de mi. Muchas gracias,
deseo que dures por mucho tiempo. Hasta siempre amigo.
Rubén Darío
Vallés Montes. 04/04/16
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