El príncipe cobarde
El príncipe
cobarde
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de la mañana, en un bar de la zona norte, un viejo comenta mientras
toma un aguardiente: mira que he recorrido mundo..., y allí dónde
he ido..., siempre había un gallego (sonríe), los gallegos son
tipos valientes, y fíjate tú..., precisamente, el único cobarde
que he visto, es este tipo, que se cree príncipe de BARATARIA. Me
quedo sorprendido y pensativo ante el comentario del viejo. Rebobino,
echo marcha atrás en el tiempo, y veo al presidente tras un plasma,
no da la cara, y veo un presidente esquivo que da mutis por
respuesta, un presidente ausente, que no aparece ni comparece, tras
una cortina opaca de mayoría absoluta. Llevaba razón el viejo, es
raro ver a un gallego cobarde, pero existen, igual que las meigas. Un
presidente que no tiene el valor de enfrentarse a sus contrincantes
políticos, en calidad de candidato a la Moncloa, en un debate
democrático, plural y público, qué valor se le supone para
enfrentarse a los problemas de este país: España. Este tipo no está
nunca. No habla, no comunica. Es una momia. Manda a la niña de los
recados a que le haga los deberes. Eso no esta bien. Es una falta de
valor y respeto, hacia los otros candidatos a la presidencia, y más
aún, es falta de valor para mostrarse ante el pueblo español
soberano, es una autentica falta de respeto y decencia al pueblo
español. ¿Tantas son sus miserias y los asuntos turbios a ocultar,
que no se atreve, ni tan siquiera a dialogar? Yo no quiero a un tipo
así como representante del Estado Español. No me fío. No me puedo
fiar. Intento recordar alguna imagen, alguna palabra de confianza,
pero no me viene ninguna a la mente, -en cuatro años-, sólo
recuerdo a un tipo que decía, que eran hilillos lo que se derramaba
al mar cuando la crisis del Prestige (petrolero bajo bandera de las
Bahamas, hundido frente a las costas gallegas en 2002, ocasionó uno
de de los mayores desastres ecológicos de la historia de Europa),
sólo me viene la imagen de un tipo fumándose un puro, a modo de
terrateniente, con los pies en alto, ajeno al sufrimiento de miles de
familias; sólo me vienen a la mente unas frases a Barcenas: “Luis,
lo entiendo, se fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo”; y el
rostro desencajado, fundido, perdido, descompuesto, de un tipo que se
baja de un avión privado, en la ceremonia de la muerte de Nelson
Mandela. No quiero que las riendas de mi país, las lleve alguien,
que educa con la ética y la moral de las collejas. De un tipo así,
nunca podré fiarme.
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